El campo magnético terrestre, también llamado campo geomagnético, no tiene la misma fuerza en todas partes. Medido en la superficie del planeta, puede variar desde 25 a 65 μT (microteslas), equivalente a 0,25 – 0,65 G (Gauss), aunque la medida más habitual se realiza en nanoteslas, lo que equivaldría a un rango de 25000 – 65000 nT en la superficie terrestre (1 μT = 1000 nT).
El eje del campo magnético está inclinado unos 10º respecto al eje de rotación; por este motivo los polos magnéticos no coinciden con los polos geográficos. En zonas próximas a los polos magnéticos, por ejemplo en Canadá, Siberia o en la Antártida, el campo magnético puede tener una fuerza superior a los 60.000 nT. En zonas alejadas, como Sudamérica o Sudáfrica, está en torno a 30.000 nT. En la intersección del meridiano 0 con el ecuador el campo magnético es de 0,31 G.
Cerca de los polos y medida en la superficie terrestre, la fuerza del campo magnético disminuye de forma inversa al cuadrado de la distancia a los polos magnéticos. A distancias mayores, por ejemplo desde el espacio, la fuerza del campo magnético disminuye de forma inversa al cubo de la distancia hasta los polos. Cómo la gravedad, el rango de acción del magnetismo es infinito, aunque desciende rápidamente con la distancia.
¿Es mucho o es poco?
25 – 65 μT para un campo magnético es una fuerza relativamente baja. Aunque comparado con el campo magnético de otros planetas rocosos del Sistema Solar, el de la Tierra es el más fuerte. Para hacerse una idea, un imán potente de laboratorio puede generar una campo mangético de 10 T (tesla, 1 T = 1.000.000 μT), el más potente creado ha alcanzado los 11.8 T, y en la superficie de una estrella de neutrones puede haber un campo magnético de 100 MT (megatesla, 1 MT = 1.000.000 T). Sin embargo, si consideramos el volumen total, la energía que genera el campo magnético terrestre es mucho mayor que la generada por cualquier campo mangético artificial que se haya creado.
A pesar de esta poca fuerza afecta a minerales de todo el planeta. Este efecto se puede ver claramente en las rocas de origen volcánico. Cuándo el magma está líquido, los minerales se orientan según el campo geomagnético. Esta orientación queda reflejada en la estructura de las rocas originadas cuándo el magma solidifica. Estudiando la orientación de estos minerales en rocas de diferentes edades, se descubrió que el campo magnético terrestre cambia de orientación aproximadamente cada 250.000 años.
El efecto del campo geomangético no se queda en el planeta sino que se extiende hacia el espacio afectando a la trayectoria del viento solar en un radio aproximado de 10 veces el radio terrestre, zona dónde se sitúa el llamado arco de choque, aunque es una zona dinámica afectada por la intensidad del viento solar.
El viento solar es un plasma formado por electrones, protones y trazas de núcleos de helio y otros elementos ionizados que es expulsado por el sol en todas direcciones. La fuerza del campo magnético en el arco de choque es suficiente para cambiar la trayectoria de la mayor parte de estas partículas evitando así que lleguen a la Tierra, dónde destruirían las capas superiores de la atmósfera, incluyendo la capa de ozono que nos protege de la radiación ultravioleta.
Por tanto, el campo magnético terrestre, con su fuerza relativamente baja, tiene un papel fundamental en el desarrollo de la vida en nuestro planeta y en su evolución.