Un edema de médula ósea es un diagnóstico inespecífico que se refiere a la presencia de líquido en la médula del hueso.
La causa más común es como respuesta de protección frente a una lesión. También puede producirse como síntoma o consecuencia de algún problema de salud, por ejemplo osteoporosis o procesos cancerígenos.
Los síntomas más habituales son dolor e inflamación aunque también puede cursar de forma asintomática. Dependiendo de la gravedad del edema y de la causa que lo produzca, el tratamiento puede incluir reposo, analgésicos y antiinflamatorios, infiltración de corticoides o cirugía.
Índice de contenido
¿Cuáles son las causas?
La médula ósea es una sustancia esponjosa y flexible situada en el interior del hueso y es responsable de la producción de nuevas células sanguíneas, glóbulos blancos y plaquetas.
El edema (inflamación provocada por exceso de fluido) se debe generalmente a una lesión o traumatismo, por ejemplo una fractura.
Al producirse la lesión, el organismo envía células sanguíneas al lugar de la lesión para intentar repararla. Esto supone un mayor riego sanguíneo que puede generar extravasación y acumulación de fluidos en la zona lesionada.
La segunda causa más común de edema de médula ósea es la osteoartritis. En esta enfermedad, el cartílago que amortigua la unión articular de dos huesos no está presente o está muy desgastado. Esto aumenta la fricción entre los huesos y disminuye su capacidad para soportar peso, lo que suele terminar por producir una reacción de estrés en el hueso que, entre otros efectos, puede desencadenar un edema en la médula.
Otras posibles causas son osteoporosis, sinovitis, algunas variedades de cáncer y también, de forma general, en cualquier proceso que curse con osteonecrosis (muerte de tejido óseo).
¿Cuáles son los síntomas?
El edema de médula ósea puede ser totalmente asintomático, no siempre el paciente nota síntomas.
Cuando hay síntomas, el más común es el dolor provocado por el aumento de presión a medida que se acumulando líquido. En algunos casos el edema puede llegar a provocar disfunción del hueso.
Además del dolor, pueden aparecer otros síntomas que suelen estar provocados por la causa subyacente del edema y no por el edema en sí mismo.
¿Cómo se diagnostica?
El edema de médula ósea se diagnóstica, en la gran mayoría de casos, mediante métodos de diagnóstico por imagen, especialmente resonancia magnética y radiografía de rayos X.
¿Cómo se trata?
El edema de médula ósea no suele tratarse de forma específica sino que se trata la causa que lo está provocando.
No obstante, para aliviar los síntomas del edema, se suele recomendar reposo, limitación de los movimientos, medicación analgésica y antiinflamatoria y aplicación de frío para disminuir la inflamación.
Si el edema está provocado por un traumatismo, estas medidas son suficientes y a medida que el traumatismo va mejorando el edema irá remitiendo por sí sólo.
Si la lesión ha producido rotura de ligamentos, fracturas giradas y otras alteraciones más graves, puede ser necesaria la intervención quirúrgica para reparar el daño.
La cirugía también se utiliza para extirpar tumores, cuyo crecimiento y presión sobre los vasos sanguíneos también pueden provocar edemas de médula.
Si el dolor es muy intenso y limita la vida del paciente se suele recurrir a la inyección de corticoides para disminuir la inflamación y aliviar el dolor.
Cuándo el edema de médula ósea está asociado a enfermedades crónicas y el dolor no responde a otros tratamientos, la subcondroplastia puede ser una opción adecuada; es una intervención quirúrgica poco invasiva en la que se sustituye tejido óseo dañado por material artificial biomimético.